A propósito de todo el revuelo que ha causado la nota de Milenio sobre las declaraciones del diputado Ramón Serna Servín en el Congreso (el caso completo pueden leerlo en el blog de LasDosMamis), me ha dado por pensar algunas cosas.
La insistencia en que el diputado tome un curso de sensibilización sobre diversidad sexual no es sólo por molestarlo, es porque eso afecta a toda nuestra comunidad y en especial a nuestros hijos.
Ayer que estuvimos Mariaurora Mota, Paty Vázquez, Ana de Alejandro y yo, Criseida Santos, conversando con Ramón Serna Servín en la sala de previas del PRI en el Congreso del Estado, el diputado nos dijo que él tiene la forma de hablar, orgullosamente, de los trabajadores del transporte público y que si algo había dicho, lo había dicho en el calor de la discusión. Y la verdad, puede imaginarlo, puedo imaginar que cuando una persona se enoja recurre a toda clase de adjetivos e insultos que están en nuestro imaginario colectivo.
El problema es que este imaginario ofende y discrimina a dos grupos vulnerables: las mujeres y la comunidad LGBTT.
Yo lo veo así. Los insultos y frases peyorativas se aprenden. Ofender es un arte porque radica en encontrar el punto débil, donde más le va a doler al interlocutor. La cuestión es: qué de malo hay en ser mujer y qué de malo hay en ser lesbiana o bisexual. Pues ahí principalmente está el problema: la gente continúa pensando que se puede definir a una persona como "mujer" o como "lesbiana" a manera de insulto o en un tono peyorativo y eso claro que afecta a nuestra sociedad, claro que nos afecta como personas y claro que afecta a nuestros hijos. Permitir que se siga utilizando "orgullosamente" un vocabulario que agrede la integridad de mujeres y lesbianas únicamente va a crear confusión en nuestros hijos. Y me refiero a una confusión genuina, una confusión que proviene del cuestionamiento: cómo es posible que mi madre, cómo es posible que mi madre lesbiana sea algo tan malo como para ser utilizada como un insulto.
Y más que confusión, crea una contradicción. Estamos tan acostumbrados a vivir en la contradicción de querer algo que no es ni tan bueno, ni tan inteligente, ni tan hábil, ni tan capaz, ni tan respetable... y eso no es justo ni para el objeto de nuestro afecto ni para nosotras mismas.
Hay que hacer algo con la manera en que nos expresamos. El subconciente no distingue entre un "así hablo yo con mis amigos" y un "así es como realmente hablo".
